El Maestre Estrada fue un peregrino incansable, un conferenciante inagotable que abrió brecha como Maestro a una tradición que se recreó y se transformó en el tiempo, en las ciudades, los caminos, las montañas y en los valles de América en la mitad del siglo, que hizo contacto permanente con sus discípulos en un ambiente de sencillez y familiaridad en el que combinaba las costumbres y los modos de ser y hablar venezolanos con la vida cotidiana del México urbano e industrial.